
V Encuentro Social de Bellavista: Las Respuestas de Jorge Galaz
08.09.2014 11:40V Encuentro Social de Bellavista:
El Diálogo con el Mundo
Las Respuestas de Jorge Galaz
a) ¿Cuál es tu perspectiva frente a la fe cristiana? ¿Qué significa para ti ser creyente, o no creyente?
Pienso que hay dos caminos para introducirse en las preguntas anteriores
1) Nací en un entorno donde era ‘natural’ encontrarse con los objetos y expresiones propios de la vida cristiana: crucifijos, imágenes de la Virgen, rezo del rosario, asistir a misa todos los domingos, celebrar las festividades cristiano-católicas: semana santa, pascua, navidad, etc. Esto siguió con la misma naturalidad en el colegio pues era católico. Allí participé en grupos de formación católica como la cruzada eucarística, la Legión de María, etc. En el entorno casa/colegio todo estaba perfectamente “resguardado” para “vivir la fe”. Sin embargo, en los últimos años de colegio me cuestioné este “resguardo”: no era en el colegio donde debíamos vivir la fe; debía ser en la Parroquia, donde llegaban jóvenes sin resguardos y con ambientes familiares y escolares que no eran de fe. Un espacio más libre, más abierto. Salir de la ‘vivencia de la fe’ del colegio a la Parroquia era perder los resguardos y meterse en la vivencia de la fe del pueblo cristiano católico. Era allí donde se hacía necesario dar testimonio de la fe. A diferencia del colegio, en la Parroquia se vivía una Fe más libre, más abierta, menos ritualista, más cotidiana; con menos temores.
2) Lo anterior tiene en mi opinión, relación con la segunda pregunta. Esta vivencia de la fe cristiano católica ‘inconsciente’ o natural, era como usar un mismo traje siempre; con el tiempo este traje no sólo empieza a quedar chico, si no que se desgasta, el tejido va perdiendo la consistencia y la fortaleza del traje nuevo: se arruga, se deshilacha, se arruina. Es como vivir una “fe ingenua”, sin mayores preguntas y cuestionamientos; que se va quedando chica. Sin embargo, uno crece intelectualmente en muchos campos (y como persona también). Y viene lo sorprendente de hacerse preguntas, de cuestionar y cuestionarse, de contrastar sus creencias con otras opciones y con otras “fe” o creencias. Entonces cada uno tiene que poner a prueba su fe. Pero ¿qué es eso de poner a prueba la Fe? No es otra cosa que poner a prueba el encuentro personal con la persona de Cristo; es cuestionar al Cristo mismo, entrar en diálogo con Él, hacerle las preguntas a Él (y con Él) y buscar y encontrar las respuestas en Él (y con Él), en el Evangelio, en las escrituras, porque –para mí— la Fe, es el encuentro personal, existencial, con la persona de Cristo. Con Cristo persona, real y existente: histórico y místico; el Alfa y el Omega de la vida, de la creación, del mundo de la sociedad, de la realidad. Cristo como único centro. Y, este ‘caminar-con-Cristo’ se va transformando en un ir y venir existencial que supone un camino de conversiones sucesivas, conversión sobre conversión, hasta llegar a Él. Quizás digo mal: hasta ser capaz de creer en Él, existencialmente, por cierto, no con la cabeza, si no con todo el ser. Para mi ser creyente [en Cristo] significa zambullir toda mi vida, mi ser y mi actuar, en y con Cristo.
b) Desde la perspectiva (respecto de la fe) de cada uno ¿Cuáles son los grandes desafíos éticos (o morales) que enfrenta la sociedad chilena (latinoamericana) hoy día?
Pienso que esta pregunta es bien compleja. Se me ocurre que hay diferentes planos desde dónde se puede mirar.
1) Desde la perspectiva latinoamericana, vista como ‘tercer mundo’, sub desarrollado o en vías de desarrollo, con tremendas lagunas de pobreza, marginalidad, analfabetismo, con poblaciones indígenas que no están insertas en el ‘desarrollo’, con mucha población excluida. Una población que vivía en paz y armonía con la naturaleza, con la subsistencia cotidiana, apegadas a sus ritos y costumbres que de pronto se ve invadida por una cultura foránea que le mueve el piso, que le quita la alfombra y que le impone un modelo de vida, de sociedad y económico, que no es le es propio, con otros parámetros, otras costumbres, “otra cultura”. Y, esta nueva cultura, no sólo destruye y extingue el modo de vida existente, si no que impone otros modos de comportamiento basado en un modelo económico de la acumulación de riqueza, del enriquecimiento lícito e ilícito, del individualismo, de la explotación hasta el grado de la servidumbre o esclavitud. Y, este modelo de éxito personal, que es de enriquecimiento personal, genera un desequilibrio macro estructural, donde los pobres, los marginados y los excluidos, van siendo cada vez más pobres, más marginados o más excluidos. Por esta vía nadie puede llegar a vivir una vida medianamente digna porque los grupos dominantes siempre van más adelante. Se pierde el sentido de lo colectivo, de la comunidad, de la solidaridad, la justicia se hace fuerte para los fuertes y débil para los débiles; esto pasa también con los derechos. Los ricos-ricos son muy pocos y los pobres-pobres son muchos. Latinoamérica se transforma en una sociedad desigual. Esta desigualdad se naturaliza; se acepta como “necesaria”.
2) Desde la perspectiva de la iglesia católica… hoy, ya no nos cabe duda que el camino elegido por la muy católica iglesia romana de hacerse del poder –temporal--, de construirse como un imperio absolutista más, de dominar el mundo utilizando las armas y los mecanismos lícitos e ilícitos, morales o inmorales (respecto de la moral que predicaba), de generar toda una maquinaria de dominio del mudo católico, no sólo no era evangélico, si no que iba flagrantemente en contra de la enseñanza evangélica. Este “modelo de iglesia” ha durado hasta ahora, en que el actual Papa se bajó del Mercedes Benz, se sacó la capa de armiño y los zapatos rojos y no ocupa el palacio apostólico, porque vive, come y se relaciona con la gente común, habla como la gente común y se ríe con la gente común y trasmite el mensaje evangélico con un lenguaje para la gente común: un Vicario lo más parecido a su Representado. Esta iglesia supra temporal, sin olor a oveja, atiborrada de ritos y devociones más paganas que cristianas, de muchos mandamientos, siendo uno el mayor y principal: el sexto!, de muchos cánones del derecho canónico, dejó fuera, excluyó, justo a todos ellos por los cuales Cristo dio su vida y más amó: los pobres, los marginados, los excluidos, los presos, las prostitutas. La iglesia jerarquía amante de los cánones y las normas se dedicó a los ‘limpios de corazón’, aquellos que coincidieran con la limpieza y la calidad de sus ropajes; aquellos que podían participar de los ritos en primera fila y con asiento preferencial; donde se vieran. La viuda del evangelio quedó fuera. Esa iglesia, miró con buenos ojos el modelo impuesto porque le daba buenos dividendos económicos: los devotos católicos ‘de buenas familias’ llenaban los colegios, las parroquias y los seminarios. Las órdenes y congregaciones, salvo algunas excepciones, se hicieron parte del modelo, y administraron el bien y el mal desde un pedestal, al lado del poder y del autoritarismo.
3) Desde la perspectiva del cristianismo… (la fe cristiana no se agota en la iglesia católica romana), es impresionante como el pueblo, los pobres, con sus expresiones particulares cargadas de sincretismo, han mantenido sus creencias cristianas, digamos con una fe quizás no muy esclarecida, llena de temores al castigo divino, con un Cristo desfigurado, con devociones a veces más paganas que expresiones de fe en el Cristo del Evangelio, con harto desconocimiento del evangelio. Pero, en ese rescoldo, hay unas preciosas brasas, suficientes como para reiniciar un camino de evangelización y de esclarecimiento del mensaje cristiano. Las “comunidades de base” incentivadas después del Vaticano II y de Puebla son expresiones genuinas de la vivencia cristiana sostenidas por curas y monjas cristianos con sentido evangélico y menos arrimados al poder y a la norma. Pero estos han sido pocos y se han visto acorralados por las políticas de la Iglesia jerárquica pre Francisco que miraban con horror que esos cristianos vivieran un auténtico evangelio, con la libertad de los hijos de Dios, adecuando el evangelio a sus comprensiones y sus expresiones culturales particulares y desechando el cristiano culturalmente europeo.
4) En ese contexto, siguiendo la enseñanza de Francisco principalmente en la Evangelii Gaudium, el gran desafío ético y moral es hacer entender a las clases dirigentes, a los ricos y poderosos cristianos católicos que el modelo liberal de mercado no es cristiano, que genera explotación, marginación y exclusión (todos contrarios al Evangelio de Jesús). También, a una parte de la Jerarquía católica, incluidos obispos, curas y monjas, recordarles que esta iglesia imperio, organizada como un estado y no como una congregación de comunidades, ya no resiste, que no hay coherencia entre ese modelo y una comuna cristiana evangélica; que ellos como parte de esa organización, definitivamente tienen que bajar a la tierra, pedirles que crean en la Encarnación como una verdad evangélica, no como una figura literaria, que su deber es llenarse de “olor a oveja”, que tienen que salir a la calle y a los caminos a abrazar a los pobres y los marginados; que no pueden seguir administrando el bien y el mal desde una poltrona; pedirles o suplicarles que crean en Cristo, no de la palabra, sino de acción. Recodarles que su misión es “hacer lo que él les dijo”, no “decir lo que él les dijo”; que la celebración eucarística es más rica cuando los pastores demuestran lo que creen y no sólo cumplen con un rito obligatorio; que tienen que llenarse de Cristo para poder ‘vivirlo’ y eso se transmite solo, sin necesidad de tanto fundamento teológico; que la iglesia no debe ser un estado sino una gran comunidad donde todos caben y principalmente los más pecadores, porque para eso vino Cristo; decirles que nadie tiene derecho a dejar fuera a nadie ni a los pobres, ni a los pecadores, ni a las prostitutas, ni a los homosexuales, ni a los ladrones, ni a los estafadores, porque todos tenemos derecho a encontrarnos con Cristo. Esta iglesia abierta al mundo, a las personas, a los hombres y las mujeres, tiene su mejor y mayor expresión en una “iglesia pobre para los pobres”. Hay que reivindicar las ‘comunidades cristianas de base’ y hay que fortalecer las Parroquias como una comunidad de comunidades.
c) Desde su perspectiva particular, ¿Cuáles son los elementos o cuestionamientos que más le molestan o incomodan para dialogar y construir en común con los que no creen o piensan como usted? ¿Y con los que si creen o piensan como usted?
Creo que aquí habría que hacer algunas distinciones que pueden ayudar un poco.
1) Dentro de los que no creen, haría una primera gran distinción: i. los que no creen y no les interesa creer o les da lo mismo porque no se plantean la pregunta; ii. los que no creen en el Dios de los cristianos (en general) pero si tienen una ideología o una visión del mundo, de la sociedad o de la “realidad”:
i) Respecto de los que no creen y no les interesa creer, visto desde la perspectiva de la aproximación evangélica (del evangelio o del mensaje cristiano) la verdad es que no hay nada que pueda incomodar o molestar. Entiendo que el no creer es ‘su opción’. Sin embargo, en el diálogo con el no creyente (diálogo entendido como una aproximación más existencial que puramente intelectual) siempre hay un espacio ‘para en todo buscar y encontrar a Dios’. Y, ese espacio es el de la humanidad, de lo humano del ser humano, de los valores (o derechos) humanos. Porque cuando uno mira junto con el otro la humanidad, ‘lo humano’, siempre se puede descubrir un punto de encuentro. Y este punto de encuentro nos permitirá mirar el mundo y la realidad desde lo humano, y en todo lo humano está Dios, porque en todo lo bueno hay un rastro de Dios. Y, eso, hay que gozarlo y compartirlo; más por el estar-con-el-otro que por convertirlo en creyente.
ii) Respecto de los que no creen pero tienen un visión de mundo, y poseen un conjunto de valores por los cuales luchan y se esfuerzan, el diálogo resulta constructivo cuando nos encontramos nuevamente en los valores (derechos) humanos: si se juegan por la justicia, por la solidaridad, por el bienestar del otro, por el respeto a su humanidad y a sus derechos. Entonces estamos juntos en la misma senda. Me ha pasado muchas veces con mis antiguos amigos marxistas, que en su práctica cotidiana eran más cristianos incluso que los cristianos de título. No tengo dudas de que todos aquellos que lucharon por sus ideales de igualdad y solidaridad y cayeron en su lucha, están gozando de la presencia de un Dios que nunca les dimos a conocer, porque ellos ya tenían las credenciales de que se habían jugado por la justicia, buscaban la solidaridad, querían dar el pan al que no lo tenían, abrigo a los que estaban desnudos, en fin.
Respecto de los que sí creen. También aquí hay que hacer una distinción: los que creen y no son cristianos católicos; y los cristianos católicos.
i) Con los que creen o profesan otra religión (incluidos los evangélicos) el diálogo es siempre más fácil y la posibilidad de construcción en conjunto, también. Siempre y cuando la aproximación sea desde la igualdad, desde la búsqueda común, desde una creencia compartida, desde el respeto, y por cierto desde la tolerancia activa que es acogimiento, desde la Fe más que de la religión. Nunca desde la prepotencia de una Iglesia poderosa poseedora exclusiva de la verdad (hoy, esto, es como para abochornarse un poco). Y en aquellos puntos donde no hay acuerdo, dejarlos suspendidos, porque en el Evangelio estamos de acuerdo, pero en la construcción dogmática no; porque la construcción dogmática no es el evangelio, es una interpretación histórica y cultural.
ii) El problema mayor de diálogo y de construcción, a mí por lo menos, se me produce con los cristianos católicos, apegados a tanto ropaje exo-evangélico, a tanta norma, a tanto rito, a tantas piedades trasformadas en verdades, a tanto desconocimiento del mensaje evangélico, que es muy difícil. Porque a veces son más fuertes las creencias culturales tradicionales de dudosa reputación, que el mensaje evangélico
d) Hablemos de su trabajo y su tareas del día a día ¿Cuál ha sido su experiencia trabajando y elaborando con aquellos que no creen en lo que usted cree? ¿Cuán importante ha sido la hipótesis de Dios (o de su ausencia) en su relación con los otros con que elabora su trabajo y sus proyectos de trabajo?
Quizás en parte esta pregunta está contestada más arriba; quizás resulte irreverente o hereje, pero la verdad es que no es parte de mi preocupación si cree o no cree; o si está más cerca o más lejos de Dios; casi creo que esto corresponde al ámbito personal. No se me ocurriría preguntarle a nadie si cree en Dios o no para trabajar con él o ella. Sin embargo, en la práctica cotidiana, en la expresión concreta y sistemática del trabajo, en la definición de metas o de acciones, mi aporte consiste en cuidar que los valores (derechos) humanos estén presentes, se fomenten o se tengan como norte, porque en toda expresión de humanidad está Dios. Nada en la creación está sin Dios. Dicho en positivo, en toda la creación (y eso incluye las creaciones culturales) siempre hay un rasgo de Dios, por eso vale aquí de nuevo “en todo buscar y encontrar a Dios”, porque estamos en el ámbito de la Fe, no de la religión o de las prácticas religiosas. Mi aproximación al otro, no es con la esperanza que se ‘convierta’ en católico, si no que construyamos juntos un mundo más humano. Para mí eso pasa por la Encarnación: el Dios hecho hombre, para que encontremos el camino hacia la plenitud humana; la completitud humana está en-y-con-Dios; en-y-con-Cristo, que es su expresión humana.
e) Independiente de sus creencias i) ¿Cuál ha sido para usted la importancia de la elección de Francisco como Papa, en términos de dialogo con aquellos que no creen?; ii) ¿Cómo cree que cambiara la relación de la Iglesia con el mundo a partir del mensaje de Francisco?
Antes de contestar las preguntas específicas, una respuesta general. Creo que el Papa Francisco representa una esperanza y una oportunidad de la iglesia moderna de volver al evangelio. Creo que marca la ruptura total ---y espero definitiva--- de la organización de la Iglesia como un estado absolutista, situado en el pináculo del poder. Si se logra desarticular la Curia como una organización burocrática centralizada (y bastante corrupta como parece que se ha descubierto), y se devuelve a las Iglesias locales, con la ayuda y asistencia del Espíritu Santo, el carácter de comunidades autónomas reunidas en torno a un obispo, que se organizan federativamente en conferencias episcopales, que tienen como único norte ser fieles al espíritu del mensaje evangélico: una iglesia pobre para los pobres, entonces los católicos reunidos en una iglesia volverá a tener sentido.
i) En parte creo que está respondido más arriba. La grandeza del Papa Francisco es entender que Dios también habita en los que no creen --porque no pueden o no quieren creer-- y que también ellos son hijos de Dios. Ver a quien no cree no como un alguien que ‘hay que convertir’ si no como un alguien con quien “hay que dialogar”. Y en el diálogo aparecen cosas que no he visto o que no me he planteado, aparecen matices de la verdad que nos enriquecen mutuamente.
ii) Ya ha cambiado. Ver al Papa con su naturalidad, hace pensar que de verdad Cristo era hombre; hace creíble la Encarnación. Que en el Cristo en el que creemos era hombre – hombre, que sentía, quería, lloraba, se cansaba, la daba sed, comía y que él nos mostró y luego abrió el camino hacia el Padre.
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