Lecciones de un dictamen grave y doloroso

 

 

 

Hace algunas semanas, la Corte de Apelaciones de Concepción falló en contra del Colegio de la Santísima Trinidad de esa ciudad (perteneciente a la Red de Colegios de la Comunidad de los Padres de Schoenstatt) en un caso por discriminación arbitraria contra una niña de 9 años, cuyo reingreso al establecimiento fue negada en razón del comportamiento moral afectivo de su madre. La prensa informa que la madre acudió a la justicia luego que la decisión de excluir a la niña le fue comunicada en duros términos por el sacerdote director, los que consideró lesivos para los derechos de su hija y los propios. La Corte condenó el actuar del Colegio, le ordenó reintegrar a la niña y  pagar una multa irrisoria en lo monetario pero de considerable valor simbólico[1].

Sin ser jurista, a nadie escapa la dolorosa gravedad de un dictamen de esta naturaleza. Más allá del cuestionamiento jurídico, para cualquier peregrino de a pie lo verdaderamente complejo del fallo es la interpelación moral que levanta, en particular porque las interrogantes se plantean sobre personas y comunidades que conocemos, en las que confiamos y a las que amamos.

En este escenario surge casi naturalmente la atractiva tentación de reaccionar, de manera a veces infecunda. Pero el dictamen de la Corte también puede –y debiera- ser entendido como una invitación preciosa a abrir un dialogo profundo respecto a lo que estamos haciendo, al fondo y la forma de lo que estamos haciendo, y a “como se lee” lo que estamos haciendo de parte de la comunidad chilena en la que estamos insertos. El fallo es una fuerte advertencia en este sentido, pero también es una gran oportunidad de escuchar las voces de Dios en los que no piensan y sienten como nosotros. Ojala no se desechara esta oportunidad.

 

Hechos

La sala de la Corte de Apelaciones de Concepción, por la unanimidad de sus tres miembros, confirmó en segunda instancia la sentencia que condenó al Colegio de la Santísima Trinidad, por “discriminación arbitraria al negar la admisión de la menor a sus aulas.

En mayo de 2013, la madre por razones personales, debió retirar a su hija del colegio y viajar por dos meses al norte del país. Tras regresar a la ciudad, en julio de 2013, la mujer solicitó la reincorporación de su hija. “El aludido colegio negó la reincorporación solicitada, invocando al efecto la nueva circunstancia de relación de convivencia de la madre, con una persona distinta al padre de la menor”, señala el fallo del tribunal de alzada. Y más adelante: “Que, así las cosas, la decisión denunciada de responsabilidad del Colegio de la Santísima Trinidad fue desproporcionada, por ende, arbitraria aduciendo como justificación razones que configuran categorías sospechosas de discriminación, como son el estado civil y la filiación, perturbando con ello el derecho constitucional de la niña a educarse en el establecimiento de su elección, mediante obstáculos discriminatorios de accesibilidad no permitidos por nuestro ordenamiento jurídico” [2].

Básicamente, la Corte de Apelaciones ratificó la decisión de primera instancia, que además ordena reincorporar a la menor y pagar una multa. Tampoco es menor la dudosa distinción que la condena se afirme en la llamada Ley Zamudio, bautizada así en recuerdo de uno de los más atroces crímenes de discriminación que recuerde la historia reciente de Chile.

A raíz del fallo de la Corte, la Comunidad de los Padres de Schoenstatt emitió una Declaración que en esencia acata la resolución de la justicia y sus consecuencias, lamenta que la decisión del Colegio fuera entendida como una forma de discriminación arbitraria contra la niña y su madre, explica latamente los fundamentos constitucionales y pedagógicos de su accionar y recuerda que en la practica, estos colegios si reciben a niños de padres separados y de madres solteras bajo ciertas condiciones. Por último lamenta que la madre haya rechazado la oferta de revertir la decisión del Colegio, y reincorporar a la niña junto con otros beneficios que no se explican.

Aunque ciertamente orientada en la dirección correcta, esta reacción de los Padres resultó tardía, algo ambigua, pero -sobre todo- con exiguo o nulo esfuerzo de difusión pública, lo cual contrasta notoriamente con el impacto que el dictamen de la Corte produjo en los medios de prensa (nacionales y locales) y en el sentir colectivo. Hasta donde se sabe, la Declaración ni siquiera fue leída en las misas de los santuarios en el domingo siguiente, lo cual es difícil de entender en los tiempos que corren, habida cuenta la dolorosa gravedad y la dimensión moral del asunto.

 

Tentaciones

Frente a una interpelación de esta envergadura de la justicia civil, una tentación obvia por supuesto es negar validez y legitimidad al fallo de la Corte. No es un impulso menor, entre otras cosas porque los afectados son parte de nuestra gente e instituciones, personas que conocemos y queremos, por lo que resulta tentador descalificar la justicia chilena por ser roja, negra, mediática o lo que sea. Pero basta reflexionar un par de minutos en tal reacción ("yo no creo en la justicia chilena") para evidenciar las peligrosas consecuencias de tal actitud.

En un sistema democrático como el chileno, desconocer la legitimidad de uno de los tres poderes del Estado, implica subvertir el acuerdo institucional que nos permite convivir como comunidad país en forma relativamente civilizada. Ello es particularmente peligroso en el caso del poder judicial, debido al origen de su legitimidad: en toda nación medianamente civilizada los ciudadanos han renunciado explícitamente a su "derecho natural" a hacer justicia por propia mano y entregado tal facultad a una autoridad independiente (los jueces) que basada en criterios conocidos (leyes forjadas en un parlamento democrático) tiene la misión de investigar con objetividad y finalmente emitir un fallo. El salto de racionalidad que este procedimiento implica -frente al derecho natural de romperle la cabeza al que me ofende- es uno de los logros quánticos de la civilización.

Por cierto, los jueces son humanos y pueden equivocarse, razón por la que existen habitualmente uno o dos tribunales de alzada que revisan los juicios y fallos, lo que minimiza la probabilidad de error. Así las cosas, la justicia chilena en su estado actual no será perfecta, pero es la mejor manera que tenemos de resolver nuestros conflictos. Desconocer la legitimidad de sus fallos es extraordinariamente delicado y la Declaración de los Padres se cuida muy bien de no hacerlo.

Una segunda tentación menos grave en el corto plazo pero igual de negativa en sus proyecciones, es la de minimizar e ignorar la importancia del dictamen de la Corte. Hacer y comportarse como si nada hubiera pasado y esperar que el tiempo relegue al olvido las interpelaciones morales y prácticas que levanta el fallo. Tal reacción evidentemente conlleva el peligro de ignorar y soslayar lo que Dios enseña a través de la pequeña y la gran historia nuestra. La experiencia ha demostrado más de una vez el error que involucra esta actitud.

 

Oportunidades

El fallo de la Corte es fundamentalmente una gran advertencia, pero también una gran oportunidad para "leer los signos de los tiempos" en nuestra propia historia. Vivimos tiempos de cambios rápidos y a veces radicales, que obligan a un permanente esfuerzo de discernimiento y reflexión de "lo real" para identificar allí las voces de Dios, so pena de habituarnos a razonar y a vivir en una “realidad” que ya no es o que pronto dejara de ser. Para los que creen en un Dios de Amor que conduce a su pueblo a través de las luces y oscuridades propias de la evolución del hombre, los desafíos de la historia -la personal y la comunitaria- nunca deberían ser fuente de temor. Por el contrario, desde una perspectiva providencialista cada accidente, cada evento histórico es una invitación a aprender a ser mejor testimonio y esperanza del mensaje evangélico.

En este sentido el dictamen de la Corte representa un reto valioso: es un llamado a revisar los fundamentos y la práctica de lo que se hace, porque hay señales objetivas del Chile real ("warnings" diría un serio investigador anglosajón) que están empezando a cuestionar las bondades de nuestro "hacer" o, al menos, a "leer nuestro relato” de manera muy distinta a lo que nos gustaría. Y quizás -solo quizás- tales cuestionamientos tengan buenas razones en que apoyarse... tanto que llegan a expresarse a través del fallo de una corte de justicia. No es menor.

Hay también aquí una invitación que sugiere ampliar y enriquecer la mirada sobre la historia del "día a día". Véase como ejemplo -de nuevo- el malhadado caso del Colegio de Concepción.

Los Padres declaran que no es política del colegio discriminar a un niño debido la situación marital o moral de sus padres... Y en principio no hay razones para cuestionar tal afirmación. Sin embargo, la propia página web del colegio especifica que para matricular un niño allí, es requisito presentar los certificados de matrimonio religioso y civil de los padres. Ahora bien, si dichos antecedentes son irrelevantes para aceptar o rechazar un infante ¿para qué se piden en primer lugar? Si no es para chequear los antecedentes morales de los padres ¿para qué entonces?

Un observador externo demoraría nada en identificar aquí un obvio potencial de discriminación, considerando –para empezar- que en el Chile de hoy tres cuartos de los niños nacen fuera del matrimonio formal (ni hablar del religioso) y que, en cualquier caso, los infantes son absolutamente inocentes de comportamiento de sus progenitores ¿Con qué fundamento se puede entonces excluir a un niño o niña en función de esas variables?

Si a ello se agrega la tradicional barrera de entrada implícita en los costos no menores de matrícula y colegiatura que suelen acompañar a estos establecimientos, se configura un cuadro que en principio al menos, es difícil no calificar de discriminatorio para los niños y... para sus padres. Con no poca razón, Patricio y otros han puntualizado más de una vez que el Padre Kentenich difícilmente podría haber estudiado en alguno de estos colegios: ser pobre y ser hijo de madre soltera no parecen antecedentes atractivos para postular a ellos.

En este mismo sentido pero con distinta perspectiva, se puede cuestionar el fundamento de una política de "descreme" que parece ir más allá de la selección en los colegios. ¿Cómo se entiende una praxis que permanentemente busca separar los "sanos" de los "insanos" para quedarse siempre con la comodidad de los primeros y descartar los desafíos que plantean los segundos? No parece ser ésta la forma de construir un Chile inclusivo, libre de los guetos que están gangrenando nuestra diario vivir y destruyendo las redes de vinculaciones más básicas de nuestra convivencia como comunidad-nación[3].

Bien mirado, quizás sea este el verdadero "dictamen de la Corte" que el Dios del Amor gratuito quiere que leamos y entendamos.

Santiago de Chile

Adviento del 2014

Año del Jubileo


[1]Corte condena por Ley Zamudio a colegio que negó matrícula a niña por estado civil de madre”. La Tercera 30 de Octubre 2014

[2]Corte de Apelaciones de Concepción confirma condena a colegio por vulnerar la Ley Zamudio”. El Mostrador 30 Octubre 2014

[3] H. Malbran (2012) “Los Desafíos del Cristianismo en el Chile del Siglo XXI”. Ensayo publicado en www.dialogando-a-schoenstatt.com/news/los-desafios-del-cristianismo-en-el-chile-del-siglo-xxi/

 

Más que un comentario, una sugerencia:

Estimados:

Más que un comentario, una sugerencia: leer el proyecto educativo del colegio de la Santísima Trinidad y luego de ello, opinar acerca del fallo. El autor del lato comentario, incurre, por lo mismo, en una omisión inexcusable y consiste en recabar TODOS y no sólo algunos de los elementos que subyacen en el hecho. Cuando se haga la lectura sugerida podremos intercambiar opinión. Por ahora es un lato y sesgado comentario.

 

N de la R:

La Corte de Apelaciones no ha juzgado el proyecto educativo del colegio y el Editorial tampoco lo hace. El dictamen de la justicia se refiere exclusivamente a un caso concreto de “discriminación arbitraria” en contra de una niña de 9 años y su madre, caso por el cual ha fallado en contra  del colegio en segunda instancia. Los argumentos a favor y en contra del accionar del colegio fueron discutidos en el tribunal, que es donde correspondía hacerlo.

El análisis del Editorial se fundamenta en tres hechos objetivos y verificables: el fallo de la Corte, la declaración de los Padres de Schoenstatt y  la pagina web del colegio. Su propuesta esencial es asumir el dictamen de la Corte como una oportunidad de revisar para mejorar.

 


Thema: Editorial

Fecha: 27.12.2014

Autor: Pablo Navarro H

Asunto: Nuestro aporte a la causa por mejorar la educación pública

Muy bueno el artículo. Echo de menos la firma del autor. No se quienes conforman el equipo editorial, pero entiendo que los editoriales no se hacen en grupo: el primero parece ser el mismo que Henry Malbrán difundió antes por mail, y el último está firmado por Francisco Jaque Fuentes. Me gusta conocer al autor de cada texto, sea bueno o no tanto.

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Caminando junto a un Gran Líder

La Sociedad, las naciones son movidas y conducidas por grandes líderes, que han mostrado caminos y soluciones a la problemática del hombre, en lo económico, en lo social, influyendo también en la cultura y en la religión.

El liderazgo es la capacidad de influir positivamente en las demás personas, su energía siempre trae un beneficio a la comunidad que les rodea. Generalmente  los líderes son personas constructivas, que su acciones trae beneficios para toda una comunidad, aunque a veces hemos experimentado que personas destructivas pueden asumir roles de conducción y dirección.

Podemos reconocer la existencia de líderes naturales, que por su proactividad y creatividad, reciben el reconocimiento de todo un grupo. Hoy se habla de equipos de trabajo de equipo, de estudio que deben ser conducidos por alguno de  sus miembros. Es necesario distinguir entre líder y jefe. El jefe generalmente impone, pero no convence, en cambio el líder convence sin imponer.

Desde pequeños hemos tenido la presencia de jefes o líderes, partiendo por nuestros padres, profesores, educadores, amigos, más tarde tenemos admiración por personas cuyo liderazgo  trascendió toda frontera, líderes históricos que dejaron una gran huella en la humanidad y también en cada uno de nosotros. Hemos caminado junto a ellos, a través del contacto físico, de sus escritos de sus obras, de su contribución a la sociedad. Hemos caminado junto a otros de más cerca en nuestro barrio, formados equipos de football, asociaciones de diversas índoles,  nos hemos sentido muchas veces parte de sus vidas. A veces 100 años parece ser mucho tiempo, a ratos muy poco, en 100 años hemos tenido grandes científicos, grandes Papas, grandes Músicos, grandes Estadistas, que han sabido conducir, dirigir a miles de personas, influyendo positivamente en cada uno, son su simplicidad, carisma y naturalidad.

Dentro de la vida de la Iglesia Católica, Schoenstatt como movimiento laical ha marcado una tendencia, un liderazgo propio e influyente. Cuando en el año 1939 a punto de estallar la segunda guerra mundial, Schoenstatt era investigado por Hitler a través de su conocida Gestapo, ellos definieron a Schoenstatt como un “movimiento ascético que trataba de realizar una exigencia total histórica y dogmática del cristianismo, con el más alto grado de compromiso”[1] al leer conscientemente esta visión de Schoenstatt de terceras personas, a ese entonces con 25 años de historia, entendemos y reconocemos el gran liderazgo ejercido por el P. José Kentenich desde 1914, camino recorrido junto  a otros quienes libres y responsablemente se comprometieron a caminar junto a él, en la construcción del “hombre nuevo en la nueva comunidad”, en caminar difundiendo la Alianza de Amor con María, en el Santuario.

La fe en María, nuestra Madre y Educadora,  la hemos hecho propia hasta nuestro días, hemos caminado junto a ella, acompañados por la vida del Padre Kentenich, junto a sus escritos y oraciones,  muchas personas  le acompañaron durante las distintas etapas de su vida. En los tiempos de pre-fundación y fundación de la obra, en el Campo de Concentración de Dachau, en sus 14 años de destierro en Milwaukee.

Mi intención aquí es destacar  en el P. Kentenich su gran liderazgo, que fue muy audaz y heroico, con un compromiso y actitud de servicio inigualable, aceptando siempre la voluntad de Dios. Esta actitud permitió que muchos siguieran sus pasos. Felices aquellos que fueron cautivados por su cercanía, por sus relatos y conferencias, donde entrego una gran herencia, “la Alianza de Amor”, la que se  ha cuidado y traspasado generosamente a las generaciones venideras. Todos hijos de Schoenstatt, valientes y audaces con el estilo del fundador, asumiendo grandes tareas en la vida de la Iglesia y de Schoenstatt.

No conocimos  a Jose Engling, a Max Brunner, Karl Leisner, a Joa Pozzebon o a Franz Reinisch, quienes siguiendo al Padre Kentenich lo dieron todo, pero hemos conocimos a otros más cercanos que han caminado  junto a nosotros asumiendo liderazgos destacados en Chile y Sudamerica, como el P. Hernán Alessandri, Mario Hiriart, Hermano de María, el P. Jorge Falch por nombrar solo algunos. Cuyas vidas fueron marcadas por asumir siempre la línea y el estilo del P. Kentenich. Ser Padre y Líder para otros.

La fuerza interior, la capacidad de creación, el liderazgo en la adversidad y su amor a la Iglesia, es lo que le permitió al P. José Kentenich, convertirse en nuestro Padre, en nuestro Líder, influyendo en nuestras vidas.- Con él, debemos seguir caminando, por el bien de la Iglesia Católica y de la sociedad,  él no fue un jefe que impuso cosas, sino un líder que convenció y que convence con su propia historia de vida.- De alguna forma pienso que su obra  salvaguarda posibles crisis o cismos del cristianismo. Es imperativo que sigamos en nuestro camino  junto a él, sumando a nuestros más cercanos, con nuestras familias, hermanos de comunidad, con nuestros asesores espirituales, debemos ser fraterno entre nosotros, tal como él lo demostro. - Es ocasión de mencionar otra definición, que la Gestapo decía de Schoenstatt, para dimensionar el liderazgo que logro:  “tienen una fe francamente ciega en su vocación y una conciencia de misión extraordinariamente vigorosa”.[2] Esta afirmación,  solo se entiende por el carisma ejercido y la gran vigorosidad y exigencia  que tuvo el Padre a lo largo de la historia de Schoenstatt.-

100 años junto al Fundador, por su gran convicción y coherencia de vida, 100 años junto a un líder que conduce desde el cielo en nuestros días, vela y cuida su gran obra.

Frente al estilo que Schoenstatt proyectaba para Alemania en los años  de la Segunda Guerra Mundial debemos preguntarnos hoy: ¿Como es nuestra vigorosidad por la misión de Schoenstatt? ¿Somos exigentes en nuestro cristianismo?

Entendemos el liderazgo que el Padre Kentenich asumió en Dachau?

Francisco Jaque Fuentes



[1] Prisionero N° 29392, Engelbert Monnerjahn, 2° Edición 2013, página 74

 

[2] Prisionero N° 29392, Engelbert Monnerjahn, 2° Edición 2013, página 74 

 


Nuestro aporte 

a la causa

por mejorar 

la educación pública

Mayo 2014 

Para los que nos interesa el tema de la educación pública, especialmente preescolar, básica y media, nos resulta alentador ver el consenso generalizado de que hay que hacer algo urgente para mejorarla y sacarla del atolladero en que se encuentra. Más aun, nos parece que la opinión pública no está del todo informada de la magnitud del desastre y el drama que se vive en los colegios municipalizados con alumnos vulnerables. 
Como sabemos y conocemos la tragedia, nos alegra ver signos de que esta puede llegar a su fin y así remontar hacia nuevas y mejores playas. Con la esperanza de que podamos ser escuchados por quienes tienen que tomar las decisiones fundamentales de la reforma, nos atrevemos a plantear lo que desde nuestra perspectiva no se puede descuidar o dejar de lado.
Conscientes de que solucionar el gran desastre educacional chileno, es una tarea tremendamente compleja, nada fácil, que requerirá años, y decisiones riesgosas que deben ser tomadas con la mayor información disponible. Nos parece necesario aportar algo de luz, aunque sea con la de una vela.
 
1. Es fundamental que las autoridades responsables busquen dialogar no solo con el Colegio de Profesores. “HAY HABLAR CON LOS PROFESORES”, los de aula, los que por años han trabajado con alumnos brillantes, y también con los que el sistema neoliberal y discriminatorio ha depositado en colegios anónimos de barrios marginales de nuestras ciudades. Alumnos con problemas con la justicia, mentales, de aprendizaje y del más variado espectro de problemas; rechazados por los colegios subvencionados y por supuesto los emblemáticos como el Instituto Nacional o el Carmela Carbajal (ambos municipalizados). Estos profesores tienen mucho que aportar para una exitosa reforma. Excluirlos sería un mayúsculo error.
 
2. Estigmatizar como sinvergüenzas a los sostenedores de colegios subvencionados, no es sano, ni justo. Sabemos de sostenedores de colegios subvencionados que han actuado como piratas, carentes de toda ética, cuyo único propósito ha sido enriquecerse a costa del Estado, de los alumnos, de los apoderados, y de los profesores que han contratado con sueldos miserables y condiciones laborales carentes de toda dignidad. Pero hay que reconocer que en este variopinto espectro de sostenedores, han existido nobles congregaciones religiosas, fundaciones e iglesias de otros credos; que como responsables sostenedores, lo han hecho bien o muy bien. Considerar estas diferencias y la incertidumbre en la que se encuentran debido a los anuncios de la reforma, es una obligación del Estado.
 
3. El riesgo de dilapidar los recursos que se recaudarán con la reforma tributaria es enorme. En redes burocráticas municipales y en un sinfín de otras irracionalidades administrativas, se van esfumando los recursos económicos, sin producir ninguna mejora en los rendimientos escolares. Siniestros criterios administrativos ajenos a las reales necesidades de los estudiantes, son el pan de cada día. 
En el transcurso de los años la subvención insuficiente por asistencia diaria del alumno, ha creado en todos los planos administrativos y pedagógicos, vicios y corruptelas que han dañado la labor de la escuela. Una subvención por el costo real de cada alumno que asiste al colegio, y mayor autonomía en gestión económica y pedagógica de la unidad educativa, puede producir un mejor aprovechamiento de los recursos. Abogamos por una mayor confianza en el profesorado y directores de colegios, sin desconocer la necesidad de que siempre haya organismos contralores.
 
4. La crisis generalizada que sufre la autoridad (religiosa, política, militar y de los padres) más un reiterado desprestigio del profesorado -ejercido por el Estado e intereses económicos- destrozaron la autoridad del profesorado. Restaurar la dignidad de la labor docente y la persona del profesor o profesora, nos parece una prioridad impostergable. La valoración social de tan digna tarea traerá solo beneficios para la sociedad completa.
 
5. La concepción antropológica del cristianismo y sus consecuencias en el plano de la educación, son totalmente contrastantes con respecto a lo que algunos componentes de la “nueva mayoría” y anarquismos estudiantiles piensan sobre lo que es la educación. El Estado laico debiera respetar el proyecto educativo que cada colegio público quiera darse; sobre todo si este nace de la comunidad escolar compuesta por profesores, apoderados y alumnos. La libertad de cátedra puede ser otra solución a cualquier intento totalitario de apoderarse de la educación pública o atentar contra la libertad de enseñanza.
 
6. ¿Tiene el alumno como individualidad, algún grado de responsabilidad en el éxito o fracaso de sus estudios? Creemos que sí. La evidencia empírica de que “traemos fallas de fábrica” (producto del pecado original, de acuerdo a nuestra creencia) contrasta con concepciones antropológicas no cristianas, que libran a la persona de responsabilidades personales. 
 
Comprendemos que la falta de educación, la pobreza, el abandono y otras carencias de oportunidades, definirán significativamente el desarrollo de una persona, pero sabemos que una realidad social llena de dificultades no lo determinará absolutamente; salir adelante le costará más, le será más difícil, pero nunca lo determinará total y absolutamente en la vida, a algún tipo de fracaso. En la educación pública es muy frecuente encontrar sostenedores, profesores, apoderados, que frente a los fracasos escolares suelen buscar solo responsables externos (muchas veces en el profesor), pero jamás en el propio corazón de la persona. Como profesores, estudiantes, padres y apoderados cristianos, debemos comprender y hacer respetar nuestras creencias, de manera especial en tiempos de reformas educacionales. Una visión de lo humano que no considere su dimensión sobrenatural o al menos la respete, afectará el resultado de una reforma que quiere ser exitosa.

Un Papa pecador, 

jesuita y argentino

 

 

Enero 2014

El año 2013 fue especialmente prodigo en acontecimientos notables y eventos simbólicos. Amaneció con la inesperada renuncia de un Papa y la elección de otro que muy pocos esperaban. En corto tiempo Francisco ha producido una verdadera revolución con su mensaje y hechos, que está conmoviendo profundamente los cimientos Iglesia misma, pero también la relación de la Iglesia con el mundo y -sobre todo- con los hombres de carne y hueso, con las creaturas de Dios y sus miserias, alegrías y esperanzas. Definiéndose a sí mismo como “un pecador en quien el Señor ha puesto sus ojos”, Francisco homologa su propia experiencia vital con las luchas y dolores de tantos hermanos marcados por sus derrotas y debilidades en los duros vericuetos de la vida real. Al mismo tiempo, Francisco abre una puerta de esperanza a los míseros de cuerpo y alma: una Iglesia de los “perfectos” no fue la que quiso Jesús, precisamente porque los que necesitan la Buena Nueva son los otros, los débiles, los carentes, los excluidos… los imperfectos.

No es todo. Francisco ha hablado fuerte, claro y sin ambigüedades del pecado social, de las desgracias humanas que son la contracara de las riquezas que esgrime el exitoso modelo neoliberal. Algo está funcionando mal en una sociedad hipercomunicada e informatizada, cuando –dice Francisco- la muerte de un anciano en la calle no es noticia en los medios, pero sí lo es una caída de la bolsa. Es inaceptable. A la luz del Evangelio, hay demasiado por cristianizar en una sociedad y una cultura economizada hasta el hartazgo, que ha hecho de la exclusión su identidad más propia.

La “opción preferencial por los pobres” adquiere entonces una nueva urgencia. En su condición de jesuita y argentino, el llamado de Francisco se fecunda además con un exquisito sentido de lo directo y lo esencial: “¿Qué tenemos que hacer, padre? Mirá, leé las Bienaventuranzas que te van a venir bien. Y si querés saber qué cosa práctica tenés que hacer, leé Mateo 25 (¿y cuando te vimos con hambre o sed o extranjero…?) que es el protocolo con el cual nos van a juzgar… no necesitan otra cosa. ¡Se los pido de corazón¡”.

Vientos de reformas extraordinarias en la historia moderna de la Iglesia empiezan a soplar desde Roma. En este contexto desbordante de anhelos, símbolos y desafíos, a finales de 2013 surgen los Encuentros Sociales y este blog Dialogando-a-Schoenstatt, llamados a navegar en este mar que se agita con la esperanza de una nueva oportunidad para la Buena Nueva de Jesús en nuestro mundo y en nuestro tiempo.

La solución de la cuestión social se encuentra en el núcleo del cristianismo: en la caridad. Esta es una fuerza vital inmanente... el amor sin la justicia es un juego, es blando. También la justicia sin el amor es nada"(P.Kentenich: Jornada pedagógico industrial 1930. Cuestión planteada repetidamente después de la segunda guerra mundial los años 1945, 1948 y 1949)

Hacia este norte orientamos nuestros esfuerzos.

Buenos Aires, Enero de 2014

 



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